jueves, noviembre 17, 2005

Malditas palomas


Quizás sea yo demasiado aprehensivo, pero no concibo animal más inmundo que las palomas. Ciertamente, determinado tipo de palomas: las que en inglés se denominan pigeons, por oposición a las palomas lindas, llamadas cariñosamente doves (la propia sonoridad de sendas palabras indica el juicio estético implícito).

Estos bichos asquerosos, llenos de piojos y sarna, invaden las plazas, revolotean, sacuden sus alas, y emiten gorjeos guturales mientras caminan mecánicamente, como impulsadas por resortes, mirando de costado con ojos atónitos. Si bien se miran, son más espantosos que los célebres pájaros de Hitchcock.

He notado que ciertos parques porteños han sido enrejados, con lo que los paseantes se han librado de uno de sus males: los perros y sus heces, que otrora desparramaban por doquier con la complicidad de sus respectivos dueños. Pero parece lejano el día en que lo mismo pueda decirse de la otra indeseable característica de nuestros espacios públicos: las palomas.

Mientras tanto, seguimos padeciéndolas, especialmente cuando se congregan y amontonan, en una rebatiña de plumas y ácaros. Algunas personas poco higiénicas obtienen un extraño placer alimentándolas con maíz, que comerciantes ambulantes inescrupulosos venden por centavos en improvisados carritos o mesitas ad hoc. Incluso hay quienes, con asombrosa irresponsabilidad y abusando de su derecho a la patria potestad, les dan ese maíz a sus inconcientes e inocentes niños, de modo que éstos se solazan atrayendo hacia sí a las palomas, y con ellas vaya a saber cuántas pestes y enfermedades infectocontagiosas.

Cambio jueves de estreno por departamento a estrenar o novio nuevo.

martes, noviembre 15, 2005

lamedidadetudeformidad

La distancia entre la superficie plana de madera y la patilla derecha del anteojo permite ese tic–tac regular que muestra la medida de tu deformidad. El ojo derecho en el rostro humano se ubica con respecto al izquierdo a menor distancia del límite marcado por la línea de inicio del cabello, o a mayor distancia de la punta de la pera. La diferencia milimétrica en algunas personas pasa desapercibida, pero no es tu caso. Según la frecuencia del ruido que escucho cuando presiono y suelto la patilla del anteojo, tu ojo derecho se encuentra como mínimo tres milímetros por arriba del izquierdo (o lo que es lo mismo, entre sesenta y ochenta centésimas de segundo entre tic-tac y tic-tac).
Pero para referirme con exactitud a dicha medida, la de tu deformidad, debería tener en cuenta la asimetría entre la mitad derecha de tu cara y la izquierda. Entonces la distancia espacio – temporal que indica la patilla del lente sería solo uno de los valores necesarios para calcular la medida de tu deformidad, distancia que habría que restarle a la diferencia entre ambas mitades de tu rostro. De lo que se concluiría que la medida de tu deformidad (la primera, la visible, la del ojo derecho con respecto al izquierdo) es el resultado de una deformidad original, diferente y no universal: la de tu cara, formada por dos mitades desiguales. Deformidad que para algunos pasa desapercibida, y de la cual se adquiere conocimiento sólo a través del producto sonoro de la misma: el tic–tac de la patilla, cuando la presiono contra la mesa.

A veces

Mi estómago engulle y reproduce en forma simultánea los sonidos del ambiente, transformando el chirrido de una silla en un eructo contenido o en una expresión visceral de hambre.

corte de pelo


Espero la perfección de manos que tiemblan. Tu respiración marca la medida de tu ansiedad. El sonido del entrar y salir del aire en forma apresurada me hace dudar acerca la conveniencia de estar en tus manos. Esperabas que todo llevara menos tiempo.

Adquisición

Siempre quise tener una tostadora. Desde que era pequeño, y veía las series americanas, como Blanco y Negro o Alf. En realidad, ahora que lo pienso, todavía antes me despertaron curiosidad: cuando Jerry usaba el resorte de la tostadora como trampolín.

Hasta hace poco, las finanzas familiares no nos permitían darnos el lujo de comprar el electrodoméstico. Pero con tesón ahorramos y ahora pudimos adquirirlo, gracias a la reactivación económica, la libre concurrencia de los competidores (fabricantes chinos, en su mayoría) y el crédito para el consumo que fomenta nuestro gobierno, en un loable esfuerzo de redistribución de la riqueza. La compramos en 24 cómodas cuotas a sola firma.

Ahora tengo mi tostadora y soy feliz. Me siento más seguro y contento, satisfecho, confiado, y bien alimentado. No sólo porque las tostadas untadas cuidadosa y proporcionalmente con manteca y miel son nutritivas, sino también por el sentimiento subjetivo de completud que me invade cuando voy llegando a casa e imagino el sabor, el olor y la crujiente sensación de felicidad de morder un apetitoso sandwich tostado. Nadie comprende bien el porqué de tanta felicidad, y cuando trato de explircarlo, se ríen de mi. Pero en mi felicidad, soy ya inmune a las burlas. Todo lo olvido al escuchar el sonido del resorte que me convoca al ritual del alimento cotidiano.