martes, noviembre 15, 2005

Adquisición

Siempre quise tener una tostadora. Desde que era pequeño, y veía las series americanas, como Blanco y Negro o Alf. En realidad, ahora que lo pienso, todavía antes me despertaron curiosidad: cuando Jerry usaba el resorte de la tostadora como trampolín.

Hasta hace poco, las finanzas familiares no nos permitían darnos el lujo de comprar el electrodoméstico. Pero con tesón ahorramos y ahora pudimos adquirirlo, gracias a la reactivación económica, la libre concurrencia de los competidores (fabricantes chinos, en su mayoría) y el crédito para el consumo que fomenta nuestro gobierno, en un loable esfuerzo de redistribución de la riqueza. La compramos en 24 cómodas cuotas a sola firma.

Ahora tengo mi tostadora y soy feliz. Me siento más seguro y contento, satisfecho, confiado, y bien alimentado. No sólo porque las tostadas untadas cuidadosa y proporcionalmente con manteca y miel son nutritivas, sino también por el sentimiento subjetivo de completud que me invade cuando voy llegando a casa e imagino el sabor, el olor y la crujiente sensación de felicidad de morder un apetitoso sandwich tostado. Nadie comprende bien el porqué de tanta felicidad, y cuando trato de explircarlo, se ríen de mi. Pero en mi felicidad, soy ya inmune a las burlas. Todo lo olvido al escuchar el sonido del resorte que me convoca al ritual del alimento cotidiano.

1 comentario:

Gabi dijo...

Después se dio cuenta y quiso muchas otras cosas...