lunes, noviembre 23, 2009
Me dicen
Carrina, tía carrina. Antes carri, diminutivo cariñoso de carroña, originado en carroñera. Sí, hubo una época en la que me comía la comida de los demás casi del plato, e intentaba adueñarme de alguna prenda de mis hermanas, sin mucho éxito. Ahora, que ya no carroño más, soy la tía carrina para Juana, nueva generación de carroñera.
Carrina, sus extranjeros
Me deshice del hechizo de amor móvil que colgaba al lado de la cortina del comedor. Umbra empezó a romper el tul fucsia con los dientes y de repente no lo soporté más. Corté el hilo que lo ataba a una arandela mínima de las que sostienen los ganchos de la cortina, abrí el tul con una tijera, desenvolví las piedras y lo tiré la basura.
Hasta el momento no había funcionado en la dirección esperada. Y capaz con razón un amigo me dijo que mi hermana, separada hace unos meses y por divorciarse, no era la persona adecuada para llevar a cabo tal filtro. Al final, ya aburrida del seguimiento virtual del extranjero en cuestión.
jueves, noviembre 19, 2009
Ahora me ignoran dos gringos
Mi marido, el primero. Bueno, el que va a ser mi marido pero todavía no lo sabe y vive en el kingdom de far away, en una ciudad de Escocia, y hasta tiene novia. El segundo, un potencial alumno de español y profesor de inglés. Me pareció buena idea el trueque, ya que ir a clases de inglés al estilo primaria no me funciona, y tampoco tengo plata para pagarlas.
Pero bueno, acá estoy, sin novedades del marido, que lleva unos cuatro meses de demora en la respuesta a un mail, y sin confirmación del intercambio educativo por parte del profesor. Y no, no soy gringohólica para nada, pero el acento británico (M., English teacher, es vecino inglés de E., mi marido irlandés) me resulta irresistible; en principio, al oído.
lunes, noviembre 16, 2009
el viajar es un placer
Y te caes para adelante como uno de los chamuscaditos, sin apoyar las manos para evitar el golpe. Chocás con los brazos en l contra la barra horizontal del colectivo, que es demasiado baja para agarrarse bien, como las manijas de los asientos. Desistís de avanzar en la lectura de un texto para el examen y de mandar mensajes de texto sin importancia. Te sostenés ahora del asiento a tu izquierda, con la mano izquierda, y del derecho con la mano derecha, aprovechando que el pasajero más cercano parece ir cómodo colgado de la barra.
viernes, noviembre 13, 2009
la de los pies calientes
Dudo sobre la atribución del epíteto “el de los pies ligeros” a Aquiles u Odiseo. Sí, mi formación clásica deja bastante que desear, no se puede esperar demasiado de un nivel I de griego. Astuto Odiseo seguro. Y descubro que soy Mariana, la de los pies calientes, mientras me hierven las plantas de los pies dentro de las sandalias, apoyados en el piso del colectivo, a pesar del desodorante que apliqué a la mañana y que debería prevenir esos accesos de calor tan de menopáusica, increíblemente focalizados. Epíteto que me doy, y que conozco, contrapuesto a los varios otros que seguramente me han dado y que por suerte no he llegado a escuchar.
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