Me deshice del hechizo de amor móvil que colgaba al lado de la cortina del comedor. Umbra empezó a romper el tul fucsia con los dientes y de repente no lo soporté más. Corté el hilo que lo ataba a una arandela mínima de las que sostienen los ganchos de la cortina, abrí el tul con una tijera, desenvolví las piedras y lo tiré la basura.
Hasta el momento no había funcionado en la dirección esperada. Y capaz con razón un amigo me dijo que mi hermana, separada hace unos meses y por divorciarse, no era la persona adecuada para llevar a cabo tal filtro. Al final, ya aburrida del seguimiento virtual del extranjero en cuestión.
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