Recién hoy comprendo a los caballos, cuando galopan apurados de regreso. Y ahora que los entiendo no sé si van efectivamente más rápido o el camino se hace más corto, a caballo y para el caballo, cuando el recorrido es reconocido como el habitual. Llegar a una casa a la que nunca fui, caminando con el papelito en la mano, mirando las alturas y los números pares e impares, para ver si conviene o no cruzar se me hace eterno. La vuelta tiene calles cortas, edificios sin números, y cuando me acerco al radio de siete ocho cuadras de mi dpto desaparece la necesidad de mirar del todo.
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