domingo, diciembre 20, 2009
sábado, diciembre 19, 2009
sábado, diciembre 05, 2009
Mariana, sus obsesiones
jueves, diciembre 03, 2009
planes
pedazos de mí
martes, diciembre 01, 2009
lunes, noviembre 23, 2009
Me dicen
Carrina, sus extranjeros
jueves, noviembre 19, 2009
Ahora me ignoran dos gringos
lunes, noviembre 16, 2009
el viajar es un placer
viernes, noviembre 13, 2009
la de los pies calientes
Dudo sobre la atribución del epíteto “el de los pies ligeros” a Aquiles u Odiseo. Sí, mi formación clásica deja bastante que desear, no se puede esperar demasiado de un nivel I de griego. Astuto Odiseo seguro. Y descubro que soy Mariana, la de los pies calientes, mientras me hierven las plantas de los pies dentro de las sandalias, apoyados en el piso del colectivo, a pesar del desodorante que apliqué a la mañana y que debería prevenir esos accesos de calor tan de menopáusica, increíblemente focalizados. Epíteto que me doy, y que conozco, contrapuesto a los varios otros que seguramente me han dado y que por suerte no he llegado a escuchar.
jueves, septiembre 17, 2009
Jueves estreno
Paraguas adquirido en el barrio chino, con algo de oriental en las flores o combinación de colores, primaveral. Se me pasaron unas lluvias desde junio, pero hoy decidí sacarlo. Tiene algo diferente, la tensión de la tela y los alambres, o la misma tela, que hace que el ruido de la lluvia cuando golpea se parezca al sonido de la ducha en la cabeza con las manos ahuecadas sobre los oídos. Sonido que se siente como un viaje de noche en la ruta con lluvia torrencial. Me costó sostenerlo con la mano derecha. Es el tamaño, más amplio que los que tuve hasta ahora, o el largo del mango, excesivo. O mi lado derecho, débil con respecto al izquierdo.
jueves, septiembre 10, 2009
paranoia
¿Es mi grado de paranoia, que aumenta periódicamente, o el portero se hartó de alguien del edificio, de su mujer, de alguno de sus niños? No sé, tocar el timbre, cerrar con las trabas, anotar fecha y hora, ver si veo a la chica con los nenes... Sacar la basura no es nada excepcional para un encargado. Pero en el momento de cerrar la puerta del ascensor, ya adentro, agaché los ojos y vi gotas de sangre en el piso del hall, que no pueden haber salido de otro lado que de las dos bolsas que cargaba, con esfuerzo, Héctor. O de alguna herida bastante abierta, reciente, necesariamente en las manos, ya que el resto estaba cubierto por ropa (¿un impermeable porque no llueve?) y la cara la tenía medio roja del calor, entera. O algún vecino asqueroso que tiró sangre con o sin carne, y dejó la bolsa chorreando. Y que por eso capaz sea el próximo blanco del encargado.
volviendo
Recién hoy comprendo a los caballos, cuando galopan apurados de regreso. Y ahora que los entiendo no sé si van efectivamente más rápido o el camino se hace más corto, a caballo y para el caballo, cuando el recorrido es reconocido como el habitual. Llegar a una casa a la que nunca fui, caminando con el papelito en la mano, mirando las alturas y los números pares e impares, para ver si conviene o no cruzar se me hace eterno. La vuelta tiene calles cortas, edificios sin números, y cuando me acerco al radio de siete ocho cuadras de mi dpto desaparece la necesidad de mirar del todo.